Compás
-Sólo el dolor me hará sentir vivo –
Pensó
antes de poner ese trozo de vidrio sobre sus venas.
También había pensado en que el vidrio sería
mucho mejor que un cuchillo. El corte sería más limpio, separaría la carne en
dos exponiendo su carmesí brillante y el efecto arcoíris del cristal otorgaba
cierta celestialidad al momento.
Se dejo hipnotizar por los colores. Por ese
reflejo de la luz sobre el vidrio. Sentía que los rayos atravesaban sus ojos,
penetrando en lo profundo de su cerebro y proyectando como en un auto cine, el
sin sentido que había sido su vida en cada momento.
Se observo desde lo subcutáneo hasta lo
externo, hasta ver como sus dedos,
pulgar e índice, presionaban ese vidrio con precisión y firmeza sobre su
antebrazo, del cual ya corría un hilillo de sangre.
La sangre hizo camino, y este encontró fin en
un pequeño pozo allá abajo en el suelo. Entre sus pies caían las gotas, mojando
cálidamente la planta de sus pies descalzos. Al principio, se impresionó por
las huellas que dejaban las gotas al caer, y cada una le pareció diferente a la
otra, hasta que se acumularon en un gran charco que empapaba el suelo.
En ningún momento sintió dolor. Sólo escuchaba el compás de su corazón,
latiendo en sus oídos y en sus venas abiertas. Desterrando la sangre en ríos de
angustia y llanto.
-No siento el dolor – pensó – no siento el
dolor… quizás nunca estuve vivo.