Me gusta ser de aquellas que lo besan todo. Que te hacen sentir que
eres la diosa más adorada. ¿Y por qué no? Si para mí en ese momento eres como
la salvia que alimenta mis huesos. Una erección latente, que en cada suspiro y
gemido quiere arremeter tu deseo.
Siento al demonio enjaulado en el cuerpo, y me descubro buscando bajo
tus pieles con la lengua vibrante, el cuerpo jadeante y las manos inquietas, tocándolo
todo, con cada dedo absorto en el placer de piel contra piel.
Es que de eso se trata todo. Del roce constante, del sentir
palpitaciones ajenas como propias, del respirar al unísono y contemplar el horizonte
como si estuviera al alcance de un orgasmo.
ES INTENSO. Lo es.
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