No quiero escribir más sobre mujeres.
Si pudiera, de hecho, arrancaría de mí el deseo, la pasión y la
lujuria.
Borraría cada momento, cada recuerdo. Borraría amaneceres, tardes
enteras, noches efímeras y esas madrugadas que me sentí dispuesta a morir ahí
mismo.
No quiero dedicarles más poesía-basura, ni canciones repetidas, ni
pensar cuál será su flor preferida o cualquier otra estúpida mamonería que
llamase su atención.
Ojala mis días no tuviesen ese perfume embriagante, ese mover curvado,
ese carácter perturbador sumiso-dominante, esa mirada-indiferencia-silencio-complicidad.
¡Oh si! Daría mis ojos y mis manos, mi olfato incluso si es necesario,
tan solo para dejar de imaginarme y tramar, cuando la volveré a tener para mi.
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