domingo, 1 de septiembre de 2013

... Dicen que la oscuridad no existe. Solo es ausencia de luz...

 En plena vóragine, la tormenta nos puso en medio. Con nuestros rostros cubiertos de barro, y las rodillas destrozadas de tanto combatir contravientos.

 El suelo blando y pantanoso, nos llamaba a ahogarnos en la autocompasión y el desconsuelo. Pero algo despertó el instinto supremo, y quisimos combatir una vez más (esta vez juntos) todo aquello que se enfrentará contra nuestro.

 La oscuridad fue nuestra más grande aliada, dandonos cobijo cuando todo lo demás nos rechazaba. Cuando aun no construiamos nuestra cara, eramos mascaras encajando en el personaje.
 En ese entonces, era solo nuestro corazón maltrecho el que miraba de reojo, desconfiando de cada paso, pero menos de nosotros.

 Me sentí tan fuerte, siendo yo contigo, que algo más comenzó a emerger en mi. Algo como el magma entre las rocas, removiendo estrepitosamente todo en mi interior.

 Fue aquel rayo de sol que limpia la tormenta, que hizo germinar la luz dentro de mi. Ya no estaba en ausencia, ya no me sentia incompleta. Era un todo incandescente, abundante de energía, de ganas por vivir y saber más...

Más de ti, más de mi, más de lo hermoso de nuestra oscuridad...

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