No quiero escapar del dolor. Quiero verlo frente a frente, y recordar cada instante en que he estado abatida.
Bien sabía yo que acompañarme en el camino, no era más que un juego ilusorio, pues mi espíritu es eternamente solitario, indoboblegable ante los sacrificios del amor.
Y no es que mi egoísmo llegue a tal punto de ser incapaz de mirarse. Es mi esencia la que se rehúsa a ceder por compasión.
Puedo ver lagrimas en sus ojos, y sentir como las mías caen sin parar sobre mis mejillas, y aun así no soy capaz de levantarme y correr hacia ella, rogar, y jurar que todo cambiará. que ya no seremos las mismas, que cederemos hasta encajar
Hay momentos en que debemos mirar nuestro destino a los ojos, y preguntarnos que estamos dispuestos a entregar por conseguirlo ¿que es lo que quiero yo? Todo lo que mis manos puedan poseer, para luego despojarme y desprenderlo.
No quiero nada que sea mío, más que mi propio camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario