sábado, 20 de julio de 2013


El tiempo nos piso la cola y llegamos tarde a nuestro propio entierro. No habían flores, no habían lagrimas, la tranquilidad era tal, que ni el viento pasaba entre los féretros que guardaban los restos.

No tuve pena, no había por que tenerla. Solo era un cuerpo, un transporte dirían algunos, pero ¿a donde nos llevaba este realmente?

Me sentí aliviada, ya no sufriría los dolores terrenales. Aunque bien sabía que las más grandes dolencias no se alojaban en aquella carne ad portas de ser descompuesta.

No vi luz alguna que me guiara, ni una mano se extendió para acompañarme. Sin apoyar los pies, yo caminaba entre un cesped blando y algo húmedo, y aunque no podía sentir su suavidad entre mis dedos, sabía lo que su textura significaba...

... Había llegado al final, era tiempo de abandonar el camino y saltar al incierto... Respire profundo, observe el abismo, y sentí aquel vértigo inconfundible que sientes cuanto te has enamorado...

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