... Mi cuerpo ha conocido el sabor del encanto. Mis labios se han saciado de la miel de sus cuerpos; gotas dulces de sabia que guardan sus recovecos, néctar fino extraído solo en esos fugaces encuentros.
Mi lengua se pierde en un camino maltrecho, recorrido por otros sudores, desforestado por otros cuerpos.
¡Pero que importa la historia cuando existe la posibilidad de escribir algo nuevo! ¿es que acaso no es eso lo que buscamos?
Que nuestros gemidos, cantados al unisono, nos regalen una vez más aquel letal silencio.
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