
Sentí su aroma palpitar desde que paseaba a las afueras de este antro, cegada por el hambre y la sed la seduje con engañoso encanto. Silenciosamente la seguí, con cada paso e inocentemente, se dejo guiar por mi sendero de gusanos, La arrastre por piedras y barro, la despoje de los harapos que ensombrecían su desnudez.
Su sedosa piel blanca atormento mi deseo, se apodero de mi una ansiedad delirante.
Atada de pies y manos nada pudo hacer ante mi perversa lujuria, ultraje su niñez, me alimente de su dulzura y su sangre fue el néctar que sació mi locura.
Agonizante, me miro indefensa. Vi como exhalaba un último suspiro...
Después de aquel día, vive para siempre conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario